El tiempo no se detiene, ahora ya pasaron cuatro segundos, cuando termine este párrafo y si la inspiración no me falta ya habrán pasado unos tres minutos tal vez, y sin embargo requeriré de días, quizá, para poner punto final al texto, aún con las ganas que tengo de que estas ideas fluyan, se vean proyectadas en tinta y no sean interrumpidas por un asunto del trabajo que ya veo venir.
Y es que no hay nada, absolutamente nada que no sea vulnerable al paso del tiempo, podemos evitar la luz o la total oscuridad, escondernos de la lluvia, del calor o el frío, pero del tiempo jamás, él es parejo, no sólo con todos, con todo!, con cualquier cosa que existe, visible o no. Y sin embargo, así como es tan imparcial, también es todo lo contrario, o nosotros mismos hacemos que parezca subjetivo, es decir, que a veces provocamos que un minuto pase tan tan lento, a cuenta gotas, o que de repente se haga noche sin haberte percatado del paso de las horas (ahora es cuando soy interrumpida, aunque sea fueron dos párrafos…ya vuelvo……………. Regresé, uuuf, ha pasado tanto, no hubiese querido que fuera así, pero en fin, al menos pude rescatar lo que ya llevaba escrito, a penas si tuve tiempo de guardar las pocas líneas que alcancé a redactar, y después de varios días regreso a lo presente). El tiempo entonces pasa y le hace falta a todos, cómo me encantaría que esa frase que usamos tanto de “Voy a hacer tiempo”, “Estuve haciendo tiempo”, “Tuve que hacer tiempo” u otras variaciones, en verdad fuera literal; seguramente todos nos dedicaríamos a hacer tiempo, tal vez hasta habría empresas dedicadas exclusivamente a eso. O, en todo caso, cada vez que se te hiciera tarde fabricarías tiempo para evitar la impuntualidad… hacer tiempo para que esa persona jamás se fuera, para que ese chocolate nunca se terminara, para que ese viaje fuera duradero.
Por eso lo que peleo, lo que aún no puedo concebir, es la falta de eso que todos sabemos qué es pero que resulta tan difícil definir, eso que tiene un nombre el cual nadie sabe a quién se le ocurrió, o por qué se determinó que de repente lo midiéramos en segundos, minutos, horas, días, semanas y todo lo que le sigue. Si al fin y al cabo el tiempo pasa lo midamos o no, y realmente nuestras mediciones casi nunca son exactas, no es exacto, por ejemplo, decir que una mujer tiene su periodo menstrual cada 28 días, que un bebé nacerá en 9 meses, que un mes tiene cuatro semanas o siquiera pensar que todo el mundo tiene la misma hora en su reloj. Y todo eso al tiempo no le importa, el fluye y fluye sin ningún tipo de intermitencia; se derrama por la vida de cada persona y va dando pie a sucesos buenos, malos, va marcando los rasgos físicos e interiores de la gente, sólo hace falta mirar tu álbum de fotos para saber que el tiempo, no sólo ya pasó, está pasando.
A ratos me encanta pensar que, si el tiempo de cualquier manera es, entonces por qué no darnos más de él. Así, me imagino despertar un día que no va a durar 24, sino 48 horas - tal vez tendríamos menos días, pero más tiempo-entonces levantarme, ir a trabajar mis nueve horas correspondientes, comer tranquilamente, quizá dormir una siesta de tres horas, ir a visitar un museo, platicar con la familia o un amigo, pasear por la ciudad y, después de un rato de esparcimiento, realizar otros deberes rutinarios (el banco, la ropa, escombrar, estudiar, organizar papeles, mandar mails…) y saber que terminando de hacer todo ello aún me dará tiempo de leer y de dormir las horas necesarias como para realizar el itinerario del día siguiente sin ningún pestañeo.
Y pienso también en el trato tan diferente que nos daríamos entre nosotros, porque sabemos muy bien odiar a quien nos quita el tiempo, la persona que nos entretiene sabe que va a recibir un mal gesto de nuestra parte o que en ocasiones pensamos dos veces en ayudar a alguien en aprietos porque no tenemos tiempo de detenernos. Con más tiempo entonces, creo que no nos importaría tanto, por ejemplo, echarle la mano a un encuestador para que te haga una de esas entrevistas largas y tediosas o ayudar a una persona mayor a cruzar la calle, tal vez detenernos a preguntarle a alguien si se siente bien o si está perdido, o permitirnos el tiempo para dar los buenos días a la chica de la taquilla del metro sabiendo que ella te contestará amablemente y no sólo te aventará los boletos y las monedas que te sobran para atender de manera inmediata a la siguiente persona.
No sé, simplemente darnos tiempo para observar, para alimentar una amistad y crear otras cuantas, amar, sentir y no dejar pasar detalles importantes que puedan cambiar nuestro día, o nuestra vida quizá; no dejarnos vencer por el sueño cuando hay una hazaña esperándonos, pero permitirnos también soñar en su momento; en fin, dejar a un lado la apatía y la indiferencia que la falta de tiempo provoca. Ojalá haya (halle) tiempo, o mejor, ojalá que el tiempo que me ha sido concedido no sea sólo tiempo perdido.