Un espacio para compartir ideas, donde sólo la expresión es importante y en el que también se reconoce la obra de otros en Lontananza


No es olvido..

Si por momentos me río, es la memoria,
son los recuerdos,
a veces el hastío...

Si me alejo, cierro los ojos
para no verte, para no pensar,
entre otras cosas,
para caer en el olvido...

Cierro mi boca,
alejo el silencio...

Cuando en verdad me alejo,
recuerdo las cosas, las caras,
los gestos, los besos perdidos,
las manos, las voces, las risas...

Y vuelvo al rincón, herido y urgido de todo...


Kuauhkoatl

Piel morena

Regálame tu piel
para envolverme en las noches frías
y en las que no también.

Quiero ataviarme con ella
y llenarme de felicidad.

Si es de color cobre,
porque el sol te besó,
quiero yo besarte toda
para sentir su calor.

Quiero recorrerte
milímetro a milímetro,
convertirme en peregrino
y perderme en las dunas de piel.

Entonces quiero
perderme otra, y otra vez,
porque seguro estoy
que un oasis he de encontrar.

Quiero estar a tu lado
para sentir el calor
que de ella emana.
Y en son de arrullo
quedar dormido
como un niño.

Déjame hablarle más cerca.
Seguro estoy
que pronto me responderá
y una historia me contará
para llevarme a volar.


Pilar Rincón

Fragmentación dolorosa III

SOLEDAD
Me deslizo como una sombra entre formas humanas;
Hastiado del cielo y las estrellas,
De vivir indiferente; alejado del mundo,
Implorando un momento sin dolor;
Enjugando lágrimas de sangre
Que me hacen reconocer que estoy vivo.
A pesar de mi espanto, de mi ausencia,
Nada puede ser mejor que esto;
Tan patética existencia no tiene remedio,
Sólo un camino, un destino final... morir.

***

SOLEDAD 2
Mis ojos púrpuras quieren huir
Y no ver más este asqueroso mundo;
mis cansados brazos quieren caer
y no pelear más en este pedazo de locura.
¿Por qué esta vida duele y se desangra?
¿Por qué la melancolía me lleva hasta el delirio?
¿Por qué el tormento está en todas partes?
Sin embargo, no quiero sobrevivir a la tristeza
si es para ser como tú.

***

MISÁNTROPO
De nuevo me envuelve una cápsula invisible;
Hay mucha gente pero nadie a mi alrededor,
Todos se amontonan lo más lejos posible...
¡Gracias! Han comprendido mi aversión.
Desde donde me encuentro los observo,
Todos son palurdos que juegan a aprender,
son patéticos por sí mismos
en su degradada condición de perdedores.
Este sistema los plasta sin piedad;
Ellos inclinan la cabeza y se postran,
Con llanto lavan los pies de sus verdugos
Y con los labios besan la tierra que pisan.
Son como animales rastreros,
El miasma excrementicio que dejan a su paso
Es su trascendente obra;
Infinidad de pequeños seres estupidizados
Sin mente y sin idioma, serviles;
Dispuestos a humillarse más y así obtener la lástima
Que por sí solos no son capaces de merecer.

Morgoth



Yo la quiero más que tú

Yo la quiero más que tú,
La he soñado enamorada
Escucho a diario su piel que pide más,
Sus ojos algo me dicen,
Quizá que están muy solos,
O tal vez me anuncian el retiro de tus besos a su piel.

Pero ¿qué puedo hacer?,
Ella está contigo,
Aún sigue ahí; aguardando,
Y recuerda las primicias conjugadas entre dos,
La fórmula que ya no ha de volver.

Ustedes encontraron una noche la respuesta,
Y la escribieron,
Sobre sonrisas dibujadas,
Sobre piel sudada,
Sobre espacios inventados, llenos, colmados.
¿Recuerdas?

Labios + (una palabra),
Multiplicada por tres dividida entre la piel = ¿Qué nos daba?

No,
No recuerdan la respuesta,
No pueden encontrarla,
Está perdida, y la buscan
En sus labios ansiosos,
En sus manos gastadas,
En los sexos fatigados,
En los ojos que no dialogan más.

Un día fueron todo,
Y ahora todo lo han perdido
Se quedan solos
Añorándose, recordándose,
Alejando el recuerdo con la cercanía
La costumbre te ha tocado
Y no lo soportas, te vas desesperando,
Crees que la has perdido,
Pero tú no sabes.

Yo la observo caminando
Tan desesperada
Tan desolada.
No la quiero ver así, me duele.

Ella sabe que no volverás,
En ese momento quisiera tomarla
Entre mis brazos y decirle:
Ya no más, no trates de buscar.

Ella parece no entenderme,
Lleva la vida junto a mí,
Y sólo me mira con nostalgia,
No sabe quién soy, me ha guardado.

Soy sus pasos ahora desorientados,
Sus pensamientos que espero reacomodar,
Sus silencios dolorosos,
Su eterna trascendencia.

Yo la Quero más que tú,
Por eso te pido: déjame con ella,
No te la lleves,
No te lleves la música de sus ojos,
Déjame con ella,
Porque un día,
Al abrir su armario,
Se mirará al espejo
Y me reconocerá.


Gabriela Magallanes

Un par de cuentos

El asalto (1999).

Miré por el retrovisor. Ninguna patrulla me seguía ya. Todo fue muy fácil, una pistola, un policía gordo y el Marquís negro. Aceleré hasta ciento sesenta por hora. ¡Qué vida de ahora en adelante!: viajes, autos, mujeres. ¡Maldita vaca!, se me tenía que atrave... ¡ay, duele doctor!


La gallina (1999).

—Roberto me dijo que no me atrevería a cortarle el pescuezo a la gallina consentida de la abuela, que era puro cuento que me la iba a comer en caldo y que, de hacerlo, ella moriría de la tristeza.
—¿Y tú que le respondiste?
—Pásame un limón y orita en el velorio te sigo contando.



Juan Carlos Zamora

En el país de las luciérnagas


Un desierto inmenso. El viento que sopla tranquilo. Un niño que juega a esconderse en arenas interminables cuando de pronto comienza a correr porque alcanza a distinguir un zumbido que llega multiplicado por el silencio de ese paraje desolado.

Corre y sus pasos pequeños parecen traicionarlo. Una vez se tropieza, dos, tres veces, pero se levanta de nuevo y continúa corre que corre aterrorizado, porque sabe del terror que lo acecha, lo sabe bien porque desde pequeño ha vivido sumido en el terror.

Tropieza de nuevo y esta vez un erizo seco, prueba de que alguna vez existiera un mar en ese desierto inmenso, un erizo filoso y lleno de veneno que le punza se le clava en la rodilla. Pero el niño del desierto no es un niño débil como lo fueron sus ancestros.

Está acostumbrado a pasar días enteros sin nada que comer más que un pescado seco o una lagartija que encuentra debajo de las piedras o en algún pozo escondido que el sol implacable aún no ha evaporado.

Así que, sin pensarlo dos veces, arranca el intruso de su piel curtida y corre con más fuerza que nunca porque sabe que el refugio más próximo está debajo de la piedra en forma de estrella y no la ve, debe estar lejos todavía y el zumbido aumenta.

Seguro vienen por él, a su reina le gustan los niños, su carne es más suave y dulce, como las avellanas tostadas cubiertas de miel, ¡qué asco!, un escalofrío, un sentimiento de repulsión lo inunda al imaginarse siendo alimento para esas sabandijas asquerosas, antes preferiría morir, pero sabe que si lo atrapan su destino será un camino inexorable hasta el estómago hambriento de la bestia alada.

Ahora el desierto es un torbellino de colores, tiene sed, hambre, sueño. Quisiera dejarse caer, pero sabe que debe correr con más fuerza que nunca pues ya sólo faltan unos pasos para llegar a su salvación. Sin embargo, el zumbido es ya demasiado próximo, un aleteo de alas descomunales, un zumbido penetrante de bocas sedientas de un trozo de carne para llenar sus estómagos vacíos.

Siente terror a morir y se vuelve un niño indefenso. Atrás quedan las horas de cacería en las que siempre se destacara por ser el más valiente; cuando uno es la presa la perspectiva cambia sensiblemente, él sabe que ya vienen y, sin embargo, corre pues lo empuja un impulso más fuerte que él.

A lo lejos distingue la piedra en forma de estrella, pero se queda helado como una estatua porque ellos ya vienen, incluso puede sentir sus respiraciones de aire frío y maloliente, como si no pertenecieran a este mundo.

Decide arriesgarse pues de todas maneras no tiene nada que perder, y por obra de un milagro desconocido llega hasta la piedra y logra removerla lanzándose al vacío con una mezcla de inquietud y alegría.

Pero entonces comienza la verdadera pesadilla, porque ellos lo han visto todo. Saben dónde está escondido y aunque no pueden caminar como él sobre la tierra tienen muchas manos para escarbar y hurgar lentamente, como si buscaran un pequeño gusano con sus ojos de faroles encendidos que todo lo ven en la oscuridad.

En el fondo de ese pozo oscuro y tétrico otros como él aguardan inmóviles la desgracia inminente. Ya no hay a dónde escapar. Ya no hay a dónde ir. Entonces, oh entonces es cuando se pacta el sacrificio. Acuerdan el trueque macabro, la vida de aquel niño a cambio de conservar las suyas.

Ya no llores, niño de nadie. Tú no tienes papá y tampoco mamá, ¿para qué quieres seguir viviendo si la vida es sólo desgracias? Morirás por todos nosotros -le dicen- y todos detienen al pequeño que se agita con desesperación porque comprende la traición de los suyos.

Llora y grita, llora lágrimas gruesas de espanto y terror incomprensible, pero ellos son cazadores del desierto y sus manos son implacables y hábiles. No lo matan porque saben que a ella le gusta comerlos vivos mientras se retuercen de dolor.

Luego, cuando comprende que su destino es morir se abandona a un sueño incómodo. Una luciérnaga gigante que lo devora.

imv

Accionismo vienés y el arte de Dix





Luego de involucrarse directamente en la Primera Guerra Mundial, el pintor alemán Otto Dix (1891-1969) convirtió tal experiencia en uno de los temas fundamentales de su obra que abarca más de 6 mil dibujos y bocetos, diversos retratos, además de lienzos y acuarelas.

El horror de la guerra como móvil de su arte...


La imagen anterior -de Günter Brus- es una muestra del movimiento artístico denominado Accionismo Vienés (Wiener Aktionismus) surgido en los 60 del siglo XX como resultado del esfuerzo por llevar el arte al terreno de la acción. Entre sus principales representantes se encuentran Günter Brus, Otto Mühl, Hermann Nitsch y Rudolf Schwarzkogler, sin embargo, nunca establecieron dicho grupo conscientemente.

"Un buen número de artistas reaccionaron contra la situación en la que el arte y ellos mismos se encontraban, con la casualidad de que todo ello sucedió en la misma época y tuvo similares significados y resultados".

Hermann Nitsch


*Esta expresión llegó a Lontananza gracias a Morgoth