Caminaba frente al Templo de Santo Domingo en Comitán, Chiapas, deslumbrado por su zócalo y respondiendo los “buenas tardes” de las personas. Un olor a café salía del Restaurante Quiptic mientras pensaba que sólo hacía falta la marimba, pero pasaron dos segundos y comenzó a sonar. La música me llevó al Centro Cultural Rosario Castellanos donde el profesor Wilebaldo López da clases a pupilos de todas las edades y en especial a los niños, aunque reconoce que conforme crecen algunos desertan. El maestro Wilebaldo me explicó las características de la marimba y cuántas personas se necesitan para su ejecución, pero como la mera verdad quería verlos tocar accedió a interpretar con sus alumnos Valencia y Ferrocarril de los Altos.
Seguí recorriendo el inmueble que aloja al Centro Cultural Rosario Castellanos. Supe que antes fue convento dominico, cárcel, cuartel, oficinas de gobierno, secundaria, preparatoria y finalmente edificio abandonado. En 1975, el poeta Óscar Bonifaz pidió permiso a la presidencia municipal para transformarlo de nuevo, pero esta vez en una casa de la cultura, para lo cual puso dinero de su bolsa y hasta muebles de su casa. Un día se apareció por allí el entonces gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Suárez. Se extrañó porque se suponía que el edificio estaba en abandono, pero luego se asombró gratamente al ver que se impartían clases de teatro, pintura y danza. Ordenó remodelar el recinto y pronto se vio a pintores de caballete mezclarse con los de brocha gorda, mientras albañiles y electricistas se entretenían mirando de reojo las clases de danza y las de actuación antes de seguir pegando tabiques o pelando cables.
El inmueble cambió de cara y (de cuerpo): pisos de loseta roja, baños nuevos, una biblioteca y salones recién pintados. Las columnas de madera labrada que soportan el techo de duela y teja se recubrieron de un color café brillante. Estos pilares circundan al patio central donde un busto de Rosario Castellanos da la bienvenida a los visitantes. También hay un mural que plasma la historia de Comitán y la vida de sus personajes. La biblioteca municipal se trasladó a la casa de la cultura. El acervo se enriqueció con mil ejemplares donados por el gobierno del estado y un año después la cifra se elevó a 6 mil gracias a otras donaciones. Se anunció en radio la apertura de la nueva casa de la cultura pero llegaron tantas personas que el poco personal no fue suficiente y los alumnos eran atendidos por quien se ofreciera a dar clases de lo que fuera: algún idioma, un instrumento, alguna manualidad. El chiste era difundir el conocimiento.
Óscar Bonifaz fue el primer director del centro cultural aunque ni a sueldo llegaba. Así me lo contó él mismo cuando fui a verlo al Teatro de la Ciudad de Comitán, donde ahora él es el director. Me dijo que no importaba mucho que no hubiera paga porque para él era una pasión ver caminar esa Casa de la Cultura, "su hija mayor". Durante los años en que administró este lugar, varios gobernadores del estado aportaron ayuda de diversa índole, pero durante la charla, el poeta recordó especialmente a Manuel Velasco Suárez quien después de impulsar la remodelación del inmueble siguió colaborando: “inclusive hay un piano ahí que él me lo dio porque yo lo pedí y fue motivo de un pleito con las hermanas de él porque fue a sacar el piano de casa de sus hermanas y me lo trajo a mí”.
Hoy, a 33 años, las clases de teatro, pintura y danza continúan y se sumaron los talleres de guitarra, piano, marimba, serigrafía y corte. Estos dos últimos han servido no sólo como medio de expresión, sino como medio de subsistencia, y de eso se eso se trata, dice Yvette Constantino, directora entrante del Centro Cultural de que sirvan de algo. Uno de sus proyectos es instaurar un taller en el que las personas discapacitadas puedan aprender algún oficio.
Cabe destacar que Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México pero pasó toda su infancia y adolescencia en Comitán. Su primera novela se titula Balún Canán, como se llamaba antiguamente a Comitán: Balún Canán, que significa nueve estrellas o nueve luceros. Los aztecas le decían Comitlán, lugar de alfareros. Se le conoció también como Comitán de las Flores por la belleza de sus mujeres, y desde 1934 su nombre es Comitán de Domínguez en homenaje a Belisario Domínguez, aquel senador asesinado por órdenes de Victoriano Huerta y en cuya memoria cada año el Senado de la República entrega una medalla que lleva su nombre.
Existen varias razones para conocer Comitán, Chiapas: puede visitar sus museos e iglesias, recorrer sus calles, reposar en el zócalo o simplemente: hospedarse, dejar allí el equipaje, e ir ligero a visitar esas maravillas que son las lagunas de Montebello y la cascada El Chiflón. Aunque debo advertirle que cuando uno se va de Comitán se siente como que falta algo, y ya estando lejos, uno se da cuenta de que esa sensación de estar incompleto, se debe a que en Comitán uno siempre deja el corazón.
Angel Arellano Peralta
2 comentarios:
Còmo cada quièn encuentra un lugar especial del que se siente parte, y en el que deja el corazòn. Escribe siempre.
Te encontré un años más tarde, con diez de diferencia y permitiste entregarte sin miedos mi corazón...Yo no lo sé de cierto, pero supongo que una mujer y un hombre un día se quieren/ J.S.
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