Un espacio para compartir ideas, donde sólo la expresión es importante y en el que también se reconoce la obra de otros en Lontananza


Porque nunca hablo de política

Es viernes 18 de enero de 2008 y son las 12:30 de la noche…en Informativo 40 comienza una nota: “…han pasado 10 años desde que inicio el escándalo de Clinton-Lewinsky…” ¿cómo olvidar ese desfile de medios? Todos observamos el momento en que la señorita becaria mostró al mundo aquel vestido con ‘los hijos potenciales’ de Hill, pero bueno, ya son 10 años, ya fue, ya llovió, se secó, erosionó y se lo comieron los gusanos. Lo interesante de este maravilloso asunto es el hecho de cómo ha sido manejada la nota; en realidad solo dio pie a un ‘interesantísimo’ (nótese el sarcasmo) dato sobre Playboy y una encuesta que la revista mencionada realizó para saber quiénes eran, a opinión de sus lectores (ATENCIÓN: Lo que sigue ya no tiene sentido, pero si, pasó, lo vi, y lo oí), las mujeres políticas más sexys. Lo de menos es el hecho de que se hiciera (finalmente vivimos en un país donde un diputado de ‘alto kilaje’ posó semidesnudo), lo sorprendente fueron los resultados: ¿Condolezza Rice? ¡Dios!, yo sé que no existen mujeres feas, pero…bueno, esto se vuelve tendencioso y no queremos hacer tendencia.

Finalmente, la situación que aquí me ha causado tanta ‘desagradancia’ al hablar sobre política es ‘¿cómo poder tener una plática seria sobre un tema, que los mismos involucrados se esfuerzan en no mantener, con un nivel de seriedad decente?’. O tal vez es mi error y la política es como los espectáculos: lo importante no es en qué trabaja, sino en qué anda metido… finalmente todos terminamos platicando sobre asuntos del gobierno, burocracia, etc., etc., etc. Lo que nunca podemos dejar de tener en mente es que si uno habla de política, puede estar seguro que el resultado no será agradable porque nunca nadie terminará a gusto, bueno, los políticos sí, ellos serán el centro de atención…Por eso nunca hablo de política.


Oscar Luján

La brisa de octubre

Un noviazgo más, afecto transitorio:
rompimiento. Nunca le diré «perdón»,
jamás lo haré. Tengo ganas de dejarlo
todo atrás; conmover por un instante mi
corazón; enmudecer mis frías notas
musicales; suspirar mientras el pálido
sol ingresa por mi ventana, mientras las
estúpidas emociones que ahora salen
de mi ser se disipan como la brisa
de octubre, siempre templada, indiferente,
nostálgica… Muy pronto será noviembre
y con él vendrán mis nuevas decepciones.


Adrián Schleske

Una noche jamaicana

Domingo, 5 de la tarde en el metro Cuauthémoc, a lo lejos veo a mis amigos y salimos de los andenes; al paso por la avenida Cuauthémoc vemos a unos skins que nos rebasan y sonríen ligeramente porque saben a dónde nos dirigimos; a lo lejos ya vemos la larga fila para entrar a aquel mítico lugar: el Multiforo Alicia.

Rudeboys de traje negro, lentes oscuros y sombrero que asemejan a gangsters de película, y Skinheads de botas obreras, camisas cuadriculadas, tirantes y cabeza rapada es el público que platica y se saluda entre sí mientras espera impacientemente que se abran las puertas del Alicia para poder bailar algo de la vieja música de Jamaica; personas comunes y corrientes pasan a través de nosotros y miran extrañadas aquellos looks tan extravagantes, algunos prefieren bajarse de la banqueta para evitar pasar entre la exótica multitud.

Después de casi una hora de espera, la fila comienza a avanzar. Subimos unas escaleras estrechas y observo por un instante los graffitis de la pared, al llegar a la parte superior se escuchan los acordes de una vieja canción; el Tritón Sound System mezcla algo de Reggae, Ska, Rocksteady, Skinhead Reggae, incluso algo de Soul y R&B que trae en esos añejos acetatos, mientras los Rudos bailan de manera tranquila y medio elegante y los Skins lo hacen de forma más dura, pero sin perder el buen gusto; no existe el slam en este lugar, todos bailan con su pareja sin tocarse, algunos hacen círculos para moverse tranquilamente, incluso unos bailan solos al ritmo de aquella música de los años 50 y 60.

Después de una hora de escuchar canciones clásicas de músicos legendarios como Laurel Aitken, Desmond Dekker, Prince Búster, Skatalites y Clarcy Eccles se suben los músicos de la primera banda: Los 4 Vientos; tras afinar sus instrumentos por unos 15 minutos comienzan a tocar algo que ellos denominan como Sentimental Rocksteady, todos los presentes siguen bailando mientras no dejan de cantar, en ese momento unas Skingirls se paran a un costado de nosotros y voltean a sonreírnos como pidiendo permiso para postrarse en aquel lugar, sin decir nada seguimos bailando.

Todo pasa tan rápido y terminan Los 4 Vientos, Tritón sigue con el Ska de Jamaica en las tornamesas, una de las Skingirls me dice que tocan muy chido Los 4 Vientos, simplemente sonrío y le digo que sí con la cabeza, comenzamos a bailar una canción llamada The Israelites, después de varias canciones le invito una cerveza, me apresuro a llegar a la barra para comprar un par de Victorias frías que tanta falta hacen, llego con ella y sigue bailando a ritmo del Skinhead Reggae, en ese momento la segunda banda comienza a subir al escenario: Brixton Sounds.

La Brixton empieza con una canción clásica con la que al primer acorde todos gritan: Quizás, Quizás, Quizás. Alrededor de una hora de fabulosas interpretaciones de la Brixton es suficiente para que el lugar se convierta en un sauna, algunos Rudeboys se quitan los Sacos y dejan ver su camisa blanca, su delgada corbata negra y los ya clásicos tirantes. Tras gritos y aplausos termina Brixton Sounds, el público sencillamente está extasiado por esas canciones de buen ska tradicional, le comento a la chica skin que nunca había visto a esta banda de Oaxaca y compartimos la experiencia, platicamos de las canciones que interpretaron, ya sin bailar. El cansancio y el calor provocan estragos.

Mis amigos y yo vamos por otras cervezas para apaciguar el calor y la sed, de nuevo le entrego una a ella y me sonríe, seguimos platicando por unos minutos más en lo que la banda que cierra el evento se prepara ya: Jamaica 69. Todos los presentes están atentos del inicio de esta banda de Matehuala que ya creíamos extinta. Por fin inicia y la euforia regresa, por un momento todos cantan sin bailar siquiera, pero poco a poco comienzan a moverse sin dejar de cantar un solo tema, pasan canciones como Rudegirl, Kingston Caribe, Sexy Reggae y Se Acabó el Amor; la emoción de todos se nota al verlos bailar sin importar la temperatura del Alicia. Finalmente se despide Jamaica 69 no sin antes prometer su regreso próximo, mis amigos, las skingirls y yo nos enfilamos para salir del lugar, todos totalmente felices y aún con la euforia de aquel concierto que pocas veces se repetirá.

Bajamos las escaleras y nos entregan unas propagandas de otros conciertos de ska y de otros géneros, algunos Skins y Rudies intercambian fanzines, otros ofrecen discos que venden o cambian, algunos CD’s originales y piratas e incluso algunos acetatos de colección; nosotros seguimos caminando por la fría calle y platicamos sobre las bandas, nos perdemos cada uno en la calle, en la urbe, la urbe que no sabe que existimos.

Oktavio Rudeboy

Cuando sobrevuelen los amores o los buitres, diles que no me maten


Basta morir como una lámpara desde la madrugada,
como el rescoldo de una brisa tersa;
para morir, para suministrarnos
la mano venidera del olvido;
basta decirle no al día de mañana,
basta ensayar los labios en un rumor de cera,
basta beber un vaso de agua
donde yazga el recuerdo de un ahogado
José Carlos Becerra


Le dije a Consuelo: si te digo que te amo, no miento; si te digo que amo a Mónica, tampoco. Amores en distinta frecuencia e identidad, en tiempo, de aprendizaje y búsqueda en ellas, de mí en ellas, de intensidades las de siempre, hasta el confín del rubicundo éxtasis. ¿Se puede amar de otra manera cuando Sabina nos alecciona con eso de que amores que matan nunca mueren? Abarco todo el dolor que puedo y me hundo por la pérdida de ambas, una, decidida por romper un matrimonio ejemplar, por mi ansiedad de salir a vivir y a experimentar, fascinado por el brillo insólito de una niñez postergada hasta los 28 años; la otra, por el cúmulo de emociones entretejidas que culminaron en un Frankenstein o en un Mister Hyde que devoraron al Doctor Virgilio que los creó. Me invadió el celo y las ansias de posesión ajenas a mi personalidad despreocupada, segura, de carcajada múltiple, con ruta en la escritura, en la simpatía incólume y en la fortaleza de mi arrogancia sin par que bien conocen mis amigos cercanos. Caída libre. Ni siquiera utilicé las escaleras o el elevador. Amanecí dos veces en Guadalajara, abrasado por la crisis más severa de alcoholismo, acompañado de temores y miedos, de vacío, de soledad absoluta, de prontuarios repletos de recuerdos, frases sueltas, olores incrustados en mi lujuria que no desaparece nunca, promesas, calles recorridas, viajes, fotografías, de manos en mi mano o en mi mejilla, de caricias evanescentes, sonrisas de mi hijo, gatos bebiendo leche, planes, expectativas, sueños guajiros de futuro emparentado con la certeza. El derrumbe. La factura con acumulación de ceros y yo sin trabajo sin dinero sin fortaleza para presentar currículums. Ambas con sonrisas tiernas y a veces lastimeras me tienden la mano, me llaman, se preocupan por mí, ¿cómo estás, cómo sigues? Se los agradezco. Admiro su potencial solidario a toda prueba mientras supongo que me suprimen de su vida, extirpan el virus de infierno cancerígeno y me archivan en algún cajón del clóset, ojala sea el de su ropa interior, al menos. A Consuelo se le aproximó un incipiente vuelo de dicha, una corriente tenue de libertad en las palabras de otro hombre, en las sonrisas que le provoca, en la compañía cotidiana que comenzó a mutar su desamparo en aliciente, en descubrimiento personal por sensaciones en extravío, ocultas o quizá nunca exploradas por mis inquietudes ambulantes y viajeras en trece años de complicidad con ella, le están tocando el corazón y no es mi mano la que lo atraviesa. Eso me hace feliz. Se ve radiante, hermosa. Quizá sólo me duele el ego, no estoy en la postura de hacer comparaciones ni ejercer dictámenes sobre lo que ella necesita. No soy yo, cierto, pero que no olvide que la lealtad está por encima de cualquier signatura amorosa, que el compañerismo debe ser la vertiente paradisíaca del encuentro con la vida del otro, en pocas palabras, que no me mate, pero que no me busque en los brazos que se abren para ella, que vaya sola, que se deje ir, fluir, que avise que para enamorarla no se necesitan abismos sino compañía, extensas charlas, música, noches de volcán que permanece contenido y por qué no, buena cocina. A Mónica le comenzarán a sobrevolar los buitres, los de siempre o nuevos, los incrédulos de mi proximidad con ella, los que se reían por considerar que una princesa no hace culto del dragón o de la bestia. A ellos, les aviso yo, por si les interesa, que para enamorarla se necesitan charlas vivas de transparencia sistémica, noches de barra en el bar con agua de por medio, que su intensidad no está en colmarla de cerveza o de Havana Club, sino en tomar su mano y asistirla con ternura, en musitarle certidumbres en el oído y bañarle el cuerpo con poesía delirante, cuidarla, caminar junto a ella sin invadir su fragmento de acera, besarla con mucha técnica y pasión, administrarle dosis de locura libidinosa de vez en cuando, demostrarle solidaridad antes que soltar un te quiero o un te amo, no se las cree a la primera, invadirle el corazón con cartas abismales donde se note que el escritor de verdad se puso la pistola en la cabeza, mirarla, contemplarla, perderse en sus ojos, enseñarla a bailar salsa o abrazarla simplemente mientras duerme, extasiada por la pulcritud de un bolero sustentado en el quizás, quizás, quizás… Se necesita ánimo y carcajadas henchidas, dejarla sola mientras piensa y con paciencia curarle las heridas, los ante vuelos, las desdichas. Justificar que frente a ella existe una pareja y no sólo un café de tres horas, una función de cine o una salida a la discoteca. Se necesita más que eso, más que unas flores en mitad de la calle o un disco de canciones que relatan sobre nuestros callos por las andanzas en la vida. Que se necesita valor para tomar ansiolíticos y pedir otra oportunidad. Ahora saben, ahora intenten. Cuando llegue el amor de veras para ti, Consuelo, cuando sobrevuelen los buitres sobre tu cabeza, Mónica, a ambas les pido que no me maten, si de por sí ya estoy hundido frente a este monitor de la computadora, su olvido sería el peor fracaso para las noches de soberano infierno, donde habito. Besos.

Antonio Monter Rodríguez

Tres a-eme

Por qué durante la noche todo sentimiento se intensifica
Por qué el dolor crece, por qué el deseo se hace grande
A estas horas de la madrugada, sólo a éstas, me atrevo a decir te amo, mi boca se abre para reclamar lo injusto, encuentro un verdadero refugio en Dios, la esperanza se hace tangible, las respuestas inmediatas y la pena, la pena también duele más.

La pregunta entonces se rehace: porqué sólo en la noche
Por qué cuando empieza el día y sigue transcurriendo
mi corazón y lo que en él habita disminuye.
Por qué el temor, la indiferencia lo sustituye todo
Por que se vuelve patrañas lo alcanzado
Por qué en el olvido, por qué en el vacío
Por qué sólo la sensación de que algo pasa y el dolor permanecen
Por qué mi cabeza se aferra a retener todo esto que ahora mismo gira en ella
Y el esfuerzo provoca fuertes e insoportables punzadas en mi sien izquierda…
Ya amaneció