Mi abuela no entiende por qué mi abuelo tiene guardados tantos cachivaches en su tallercito, yo sé que en el momento en que necesite una tabla, una herramienta, un fierro de cualquier forma, será más fácil que lo encuentre ahí a que lo mande a hacer; él se refugia ahí por horas, martillando, inventando, revisando objetos que a simple vista son irreconocibles, él siempre les encuentra un uso. Lo bueno es que sabe defenderse: “Ya cuando me muera haz lo que quieras con mis cosas, ahorita no me molestes”.
Mi tía no entiende por qué mi otra abuela se rehúsa a tirar ese buró maltrecho y estorboso, o ese mueble impráctico que ya no combina con el decorado de la casa. He sido cómplice de que se tiren cosas a escondidas, a lo que, si mi abue se diera cuenta, con una mirada de nostalgia se opondría rotundamente.
Las cosas son eso, nada más; pero cuando uno les imprime un valor íntimo por habernos acompañado en cierta etapa, por ser el recuerdo constante de un amor de cualquier tipo o porque tienen una presencia fundamental en nuestra vida, entonces dejan de ser sólo objetos y se convierten en un sentimiento que al pasar de los años es cada vez más profundo y místico, se mudan en historias, en Historia.
Mi tía no entiende por qué mi otra abuela se rehúsa a tirar ese buró maltrecho y estorboso, o ese mueble impráctico que ya no combina con el decorado de la casa. He sido cómplice de que se tiren cosas a escondidas, a lo que, si mi abue se diera cuenta, con una mirada de nostalgia se opondría rotundamente.
Las cosas son eso, nada más; pero cuando uno les imprime un valor íntimo por habernos acompañado en cierta etapa, por ser el recuerdo constante de un amor de cualquier tipo o porque tienen una presencia fundamental en nuestra vida, entonces dejan de ser sólo objetos y se convierten en un sentimiento que al pasar de los años es cada vez más profundo y místico, se mudan en historias, en Historia.
¿Qué tan viejo puede ser un objeto que ha pasado por mil manos comparándolo con la historia que en su tierra guarda el mundo?
Imposible responder, pero vaya que nos aferramos a ellos con la fuerza que sólo el miedo a la intrascendencia puede propiciar. Dejar de creer podría significar negar a los que fueron, a los que pasaron por donde ahora miramos con sorpresa el metal oxidado, las piezas toscas de una máquina poco funcional en nuestros años, las caras ingenuas de generaciones revolucionarias cargadas con todo el equipo propio para la batalla que leímos en libros.
Sentir la aspereza de aquellas cosas, respirar el polvo de una biblioteca de siglos, mirar la madera en busca de polillas nos obliga a pensar en un futuro en el que lo nuestro (nosotros) también será historia.
Es, quizá, un esfuerzo por regresar...
Imposible responder, pero vaya que nos aferramos a ellos con la fuerza que sólo el miedo a la intrascendencia puede propiciar. Dejar de creer podría significar negar a los que fueron, a los que pasaron por donde ahora miramos con sorpresa el metal oxidado, las piezas toscas de una máquina poco funcional en nuestros años, las caras ingenuas de generaciones revolucionarias cargadas con todo el equipo propio para la batalla que leímos en libros.
Sentir la aspereza de aquellas cosas, respirar el polvo de una biblioteca de siglos, mirar la madera en busca de polillas nos obliga a pensar en un futuro en el que lo nuestro (nosotros) también será historia.
Es, quizá, un esfuerzo por regresar...
3 comentarios:
me gusta el olor a viejo. el escrito.
me gusta el olor a viejo. el escrito.
me gusta el olor a viejo. el escrito.
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