La humanidad ha iniciado su marcha. La tierra es ancha y tiene que poblar a su soledad con rumores, con brazos que se entrecruzan, con cuerpos que se multiplican, con bocas que suben desde el suspiro. Al grito del gemido pasa el canto.
Llegó una nueva raza al mundo abierto de los ríos, el hombre se enfrenta a su hermano, lo somete, lo sojuzga, lo esclaviza. La antigua ley se ha roto para siempre, las leyendas se cumplen.
El viento trae las cenizas de algún incendio. El olor del miedo opaca el brillo de la mañana. Nuestros hombres se marchan.
Ahora pronunciamos las palabras con temor, en voz baja añoramos las risas, ahora sólo cantamos desde el húmedo fondo de las minas, sólo nos asomamos a la noche oscura. Hemos extraviado la ruta del cielo.
Nadie pudo recordar nuestros nombres, después el viento borró nuestros rostros, el idioma del agua fue enterrando las voces, las claves se perdieron, el silencio se cubrió de sangre.
Madre de los metales, tu oro sagrado transpira dioses nuevos que no se apiadan de nuestro temor. Marchamos otra vez con los niños cargados en la espalda, con los sueños amarrados al hombro desandando las altas soledades donde suspira el trueno.
Pero estamos aquí para contar la historia, para buscar en el brillo del sol nuevas respuestas, para crecer desde el maíz con una nueva esperanza.
¡Adelante! adelante por este camino interminable que es la gran aventura de nuestra vida.
La marcha de la humanidad es una marcha total impulsada por el tremendo anhelo de superación que tiene el hombre.
Ahí está, pues, nuestro hombre, el hombre nuestro, miserable, pero caminando, caminando hacia un futuro preciso, hacia la transformación de su vida material que le dará bases para su transformación espiritual.
Nuestra marcha empieza por los periodos más crueles. Empieza con el periodo de la situación de los negros que son trasladados a América para esclavizarlos y para sustituir una mano de obra que, en gran parte, era rebelde, que no se quería someter al invasor. Una raza indómita, una raza que después participó de una manera extraordinaria y de valor inmenso en la Revolución Mexicana; los yaquis, por ejemplo, y tantas otras razas que no se sometieron nunca y que no se han sometido todavía.
Y continúa así nuestra marcha, no se detiene, y el hombre y la mujer se unen también y forman una nueva raza, una raza diferente, rica, que recibe todas las virtudes de la raza indígena y todas las virtudes de la raza española, su heroísmo, su voluntad de lucha y su gran imaginación.
Continua, pues, adelante. La marcha sigue adelante. Es necesario tomar las armas para independizarnos y ahí va, pues, nuestra tropa nueva, con los brazos en alto, levantados, diciendo: ¡Combatiremos a quien nos combata, pero estamos luchando por la paz!
Hemos conquistado muchas cosas, pero nos falta todavía mucho por conquistar. Hemos transformado a nuestro hombre, pero nos falta mucho por transformar. Viene una marcha nueva, vacilante.
Hemos sido vencidos y hemos sido derrotados. Hay indecisión, cansancio. Parece que estaban buscando algo más allá de las posibilidades de su mundo, pero se reaniman de nuevo, vuelven de nuevo a tener entusiasmo, vuelven a tener fe, surgen por diferentes partes quienes dicen:
¡No es suficiente!, ¡No basta! Los grandes movimientos no se detienen, toman nuevas capas y toman nuevos momentos en la lucha. ¡Sigamos adelante!
Se recupera la fe, otra vez la fe. Aparece el dirigente nuevo, quien indica el camino, que grita ¡Adelante!, ¡Adelante!, ¡No nos detengamos!
La marcha de la humanidad y la marcha de la humanidad concreta en México.
¡Sigamos adelante!, ¡Vamos a terminar con esta batalla! No está concluida, nuevas condiciones históricas, nacionales e internacionales nos obligan a comprender las cosas de otra manera.
Lo que hemos hecho está bien, pero también hemos falsificado y dominado muchos de nuestros principios, pero ¡Adelante!, ¡Adelante de nuevo!
El hombre y la mujer de México y de toda América unidos en esta lucha no tendrá exactamente el mismo programa, será un programa mejor, más completo, que partirá de nuestros grandes y muy serios fracasos.
Nuestra Revolución no es una revolución cerrada, es una revolución que camina, que marcha hacia un nuevo destino y hacia una nueva vida.
Esta es la marcha de la humanidad que estamos presenciando.
La Marcha de la Humanidad, el mural más grande del mundo.
2,400 m2 de arte tridimensional
David Alfaro Sequeiros
Llegó una nueva raza al mundo abierto de los ríos, el hombre se enfrenta a su hermano, lo somete, lo sojuzga, lo esclaviza. La antigua ley se ha roto para siempre, las leyendas se cumplen.
El viento trae las cenizas de algún incendio. El olor del miedo opaca el brillo de la mañana. Nuestros hombres se marchan.
Ahora pronunciamos las palabras con temor, en voz baja añoramos las risas, ahora sólo cantamos desde el húmedo fondo de las minas, sólo nos asomamos a la noche oscura. Hemos extraviado la ruta del cielo.
Nadie pudo recordar nuestros nombres, después el viento borró nuestros rostros, el idioma del agua fue enterrando las voces, las claves se perdieron, el silencio se cubrió de sangre.
Madre de los metales, tu oro sagrado transpira dioses nuevos que no se apiadan de nuestro temor. Marchamos otra vez con los niños cargados en la espalda, con los sueños amarrados al hombro desandando las altas soledades donde suspira el trueno.
Pero estamos aquí para contar la historia, para buscar en el brillo del sol nuevas respuestas, para crecer desde el maíz con una nueva esperanza.
¡Adelante! adelante por este camino interminable que es la gran aventura de nuestra vida.
La marcha de la humanidad es una marcha total impulsada por el tremendo anhelo de superación que tiene el hombre.
Ahí está, pues, nuestro hombre, el hombre nuestro, miserable, pero caminando, caminando hacia un futuro preciso, hacia la transformación de su vida material que le dará bases para su transformación espiritual.
Nuestra marcha empieza por los periodos más crueles. Empieza con el periodo de la situación de los negros que son trasladados a América para esclavizarlos y para sustituir una mano de obra que, en gran parte, era rebelde, que no se quería someter al invasor. Una raza indómita, una raza que después participó de una manera extraordinaria y de valor inmenso en la Revolución Mexicana; los yaquis, por ejemplo, y tantas otras razas que no se sometieron nunca y que no se han sometido todavía.
Y continúa así nuestra marcha, no se detiene, y el hombre y la mujer se unen también y forman una nueva raza, una raza diferente, rica, que recibe todas las virtudes de la raza indígena y todas las virtudes de la raza española, su heroísmo, su voluntad de lucha y su gran imaginación.
Continua, pues, adelante. La marcha sigue adelante. Es necesario tomar las armas para independizarnos y ahí va, pues, nuestra tropa nueva, con los brazos en alto, levantados, diciendo: ¡Combatiremos a quien nos combata, pero estamos luchando por la paz!
Hemos conquistado muchas cosas, pero nos falta todavía mucho por conquistar. Hemos transformado a nuestro hombre, pero nos falta mucho por transformar. Viene una marcha nueva, vacilante.
Hemos sido vencidos y hemos sido derrotados. Hay indecisión, cansancio. Parece que estaban buscando algo más allá de las posibilidades de su mundo, pero se reaniman de nuevo, vuelven de nuevo a tener entusiasmo, vuelven a tener fe, surgen por diferentes partes quienes dicen:
¡No es suficiente!, ¡No basta! Los grandes movimientos no se detienen, toman nuevas capas y toman nuevos momentos en la lucha. ¡Sigamos adelante!
Se recupera la fe, otra vez la fe. Aparece el dirigente nuevo, quien indica el camino, que grita ¡Adelante!, ¡Adelante!, ¡No nos detengamos!
La marcha de la humanidad y la marcha de la humanidad concreta en México.
¡Sigamos adelante!, ¡Vamos a terminar con esta batalla! No está concluida, nuevas condiciones históricas, nacionales e internacionales nos obligan a comprender las cosas de otra manera.
Lo que hemos hecho está bien, pero también hemos falsificado y dominado muchos de nuestros principios, pero ¡Adelante!, ¡Adelante de nuevo!
El hombre y la mujer de México y de toda América unidos en esta lucha no tendrá exactamente el mismo programa, será un programa mejor, más completo, que partirá de nuestros grandes y muy serios fracasos.
Nuestra Revolución no es una revolución cerrada, es una revolución que camina, que marcha hacia un nuevo destino y hacia una nueva vida.
Esta es la marcha de la humanidad que estamos presenciando.
La Marcha de la Humanidad, el mural más grande del mundo.
2,400 m2 de arte tridimensional
David Alfaro Sequeiros
1 comentario:
Muchas gracias por esta publicación.
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