Un historia tan real que pareciera inventada es la que Truman Capote trasladó a lo que ahora conocemos como la obra literaria A Sangre Fría; perfecta combinación de novela y periodismo invadida de detalles, nunca prescindibles, que nos presentan casi de manera íntima a los personajes:
Hurbert, el padre generoso, inteligente, exitoso y, por supuesto, eterno seguidor de su religión: la metodista; Bonnie, una madre permanentemente enferma, nostálgica por sus memorias, pero con valor reprimido, era aparentemente feliz; Kenyon, ese hijo extraño, incomprensible, pero obediente siempre y Nancy, la hija desesperadamente buena, siempre ayudando y regalando premios a sus padres, en fin, “una linda familia".
La perfección del linaje Clutter era tal - por lo menos socialmente - que nadie en el pequeño pueblo de Holcomb, Kansas imaginó que ocuparían primera plana del New York Times, y menos por haber sido brutalmente asesinados.
Imágenes y textos de la tragedia plasmados en los diarios impactaron también la mente de Capote, incitándolo a realizar un trabajo de investigación de seis años, una novela que esta vez no sería producto de sus fantasías.
Así, narrando simultáneamente la cotidianeidad de Holcomb con el trayecto por carreteras y caminos de Perry y Dick, autores del crimen, Truman recorre también y nos hace recorrer la casa Clutter esa noche de 1959…el baño, la silla, la soga, los disparos, la sangre son imágenes creadas por su excelente descripción, pero, sin duda, lo que hace diferente y especial a A Sangre Fría es la indagación, el trabajo policiaco y el periodístico de un escritor involucrado que nunca necesito mención.
El final, igual de cruel que el crimen en sí, deja aún después de la última página, ideas y reflexiones y ¿Cómo no habría de hacerlo? si la condición humana perece incluir el deseo de matar, con o sin justificación, pero matar al fin…
***
La muerte, única situación que nos unifica y que encuentra innumerables maneras de manifestarse, desde la más sangrienta, trágica, casi impensable hasta aquella que incluso parece disfrutarse.
El caso es que nos hemos atrevido a suplirla, o mejor dicho, a obligar su presencia, nos sentimos poderosos, inmunes; no me atrevería jamás a juzgarlo, pero sí a cuestionar las razones.
¿Será que la enorme capacidad que tenemos de retener hasta de manera inconsciente lo que nos lastimó alguna vez, lo que no se realizó jamás, es lo que invita a matar o a querer morir?
Esta idea se confunde cuando vuelves la mirada al que ahora está muerto, asesinado, la agonía comienza para el vivo, la sociedad se encargará de ello; si en esos recuerdos archivados existe el desprecio, la humillación y por supuesto el castigo, después de cometer un crimen volverás a rodearte de lo mismo.
No se piense que apruebo la muerte obligada, pero ¿la muerte sólo puede castigarse con muerte? Si todo lo matamos, de todo nos creemos dueños. Recuerdo la frase que alguna vez dijo Rosario Castellanos: "Damos vida sólo a lo que odiamos, matamos lo que amamos y lo demás no ha estado vivo nunca…”
Un rol bien o mal jugado socialmente no da la facultad para decidir el final de la vida, que además no es la tuya, pero no se juzgará ni rechazará al que firmó la orden, quizá hasta agradecerán al responsable por quitar escorias sociales; todo está bien, se realizaron los trámites correspondientes, no es asesinato, es legal.
En alguna página de A Sangre Fría se dice que en la silla eléctrica jamás se ha sentado un rico, coincido. La ley es diferente para cada país, para cada situación, para cada cuenta bancaria.
En México no existe la pena de muerte, por lo menos no en legalmente, y eso no nos resta maldad, instinto de ser superiores, de eliminar al que estorba, de vendernos y vender vidas; tampoco existe la eutanasia y es más que cotidiana, aunque aquí entraría otro concepto: humanidad, solidaridad ante el sufrimiento y es que en muchos de los casos no se puede catalogar como asesinato, ¿en qué casos? no me preguntes, también pertenezco al gigantesco grupo de humanos confundidos.
Volvemos al principio y comprobamos que la muerte y la violencia no se alejarán de ti por ser el mejor de los padres, aunque hayas construido la iglesia y cuides a tu esposa enferma, ¿Quién te ha hecho creer que eres más que aquel que murió afuera de un bar? Quizá los mismos que ahora dirán que no merecías morir así, ¿y por qué no? ¿Por qué no es justo? No se si algo es justo, es mas, no se si eso exista.
Incalculables veces he creído que no hay igualdad, nunca la habrá, sólo con la muerte que nos pone en la misma desventaja a todos
La muerte, única situación que nos unifica y que encuentra innumerables maneras de manifestarse, desde la más sangrienta, trágica, casi impensable hasta aquella que incluso parece disfrutarse.
El caso es que nos hemos atrevido a suplirla, o mejor dicho, a obligar su presencia, nos sentimos poderosos, inmunes; no me atrevería jamás a juzgarlo, pero sí a cuestionar las razones.
¿Será que la enorme capacidad que tenemos de retener hasta de manera inconsciente lo que nos lastimó alguna vez, lo que no se realizó jamás, es lo que invita a matar o a querer morir?
Esta idea se confunde cuando vuelves la mirada al que ahora está muerto, asesinado, la agonía comienza para el vivo, la sociedad se encargará de ello; si en esos recuerdos archivados existe el desprecio, la humillación y por supuesto el castigo, después de cometer un crimen volverás a rodearte de lo mismo.
No se piense que apruebo la muerte obligada, pero ¿la muerte sólo puede castigarse con muerte? Si todo lo matamos, de todo nos creemos dueños. Recuerdo la frase que alguna vez dijo Rosario Castellanos: "Damos vida sólo a lo que odiamos, matamos lo que amamos y lo demás no ha estado vivo nunca…”
Un rol bien o mal jugado socialmente no da la facultad para decidir el final de la vida, que además no es la tuya, pero no se juzgará ni rechazará al que firmó la orden, quizá hasta agradecerán al responsable por quitar escorias sociales; todo está bien, se realizaron los trámites correspondientes, no es asesinato, es legal.
En alguna página de A Sangre Fría se dice que en la silla eléctrica jamás se ha sentado un rico, coincido. La ley es diferente para cada país, para cada situación, para cada cuenta bancaria.
En México no existe la pena de muerte, por lo menos no en legalmente, y eso no nos resta maldad, instinto de ser superiores, de eliminar al que estorba, de vendernos y vender vidas; tampoco existe la eutanasia y es más que cotidiana, aunque aquí entraría otro concepto: humanidad, solidaridad ante el sufrimiento y es que en muchos de los casos no se puede catalogar como asesinato, ¿en qué casos? no me preguntes, también pertenezco al gigantesco grupo de humanos confundidos.
Volvemos al principio y comprobamos que la muerte y la violencia no se alejarán de ti por ser el mejor de los padres, aunque hayas construido la iglesia y cuides a tu esposa enferma, ¿Quién te ha hecho creer que eres más que aquel que murió afuera de un bar? Quizá los mismos que ahora dirán que no merecías morir así, ¿y por qué no? ¿Por qué no es justo? No se si algo es justo, es mas, no se si eso exista.
Incalculables veces he creído que no hay igualdad, nunca la habrá, sólo con la muerte que nos pone en la misma desventaja a todos
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